Pintura directa, sin eufemismos, sin necesidad de textos rebuscados que intenten avalarla.
La primera visión, oceánica, es un mar de colores colocados sin vacilación, sin miedo: verdes, amarillos, violetas, azules, que se instalan naturalmente en ámbitos interiores, el artista parece no querer salir de la casa, un refugio de vibrante cromatismo.
Un escenario favorito, alegre, optimista, ene ...rgético, palabras que se reiteran en todos los comentarios sobre su obra desde que expuso por primera vez en 2005 y que confirman algunas de las razones por las que se ha convertido en exitoso.
Palabra que se las trae ya que en estos momentos del arte actual, llevado a la esfera del entretenimiento, está muy ligada a lo banal.
Pero esto no le cabe a Rodrigo Suárez, un observador atento que nos invita a “pasar a su casa”, es decir, su mundo, compartir su “visión” de lo que lo rodea, interiores que no responden a ninguna severidad arquitectónica, que se abren generosamente a exteriores donde a pesar de su ausencia la figura humana ha dejado sus rastros.
El artista no necesita mostrarnos todo el jardín, sólo fragmentos de una piscina, una reposera, un bolso, unas sandalias, una escena que nos da una sensación refrescante de un momento de expansión, de serenidad, allí vivido.
Cuando la figura humana aparece, fragmentada, sin rostro, son los pies los que revelan cómo la ve el artista, una suerte de grotesco del que está ausente la burla.
Entre esas razones mencionadas anteriormente está el cambio producido desde hace bastante tiempo en el cromatismo de nuestra pintura, que con la excepción quinqueliana, era generalmente de tonos bajos, severos, amarronados, un color local muy ligado a nuestra idiosincrasia de carácter nostálgico.
Pese a todos los avatares, ¿nos habremos vuelto más optimistas, más desprejuiciados? Afortunadamente, pintores como Rodrigo Suárez nos lo señalan.
Laura Feinsilber.
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Direct painting, without euphemisms, without the need for elaborate texts that try to endorse it.
The first, oceanic vision is a sea of colors placed without hesitation, without fear: greens, yellows, violets, blues, which are installed naturally in interior spaces, the artist seems not to want to leave the house, a refuge of vibrant chromaticism.
A favorite scenario, happy, optimistic, energe ...tic, words that are reiterated in all the comments about his work since he exhibited for the first time in 2005 and that confirm some of the reasons why he has become successful.
Word that brings them home since in these moments of current art, taken to the sphere of entertainment, it is closely linked to the banal.
But this does not fit Rodrigo Suárez, an attentive observer who invites us to “come into his house”, that is, his world, share his “vision” of what surrounds him, interiors that do not respond to any architectural severity, that They generously open to exteriors where, despite their absence, the human figure has left its traces.
The artist does not need to show us the entire garden, only fragments of a pool, a lounge chair, a bag, some sandals, a scene that gives us a refreshing sensation of a moment of expansion, of serenity, lived there.
When the human figure appears, fragmented, faceless, it is the feet that reveal how the artist sees it, a kind of grotesque from which mockery is absent.
Among those reasons mentioned above is the change that has occurred for quite some time in the chromaticism of our painting, which with the exception of Quinquel, was generally low, severe, brownish tones, a local color closely linked to our nostalgic idiosyncrasy.
Despite all the vicissitudes, have we become more optimistic, more unprejudiced? Fortunately, painters like Rodrigo Suárez point this out to us.
Laura Feinsilber.
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